miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Atlante. Obra realizada por Tony Gallardo en 1986 en la isla de Gran Canaria, Islas Canarias, España




El Atlante. Obra realizada por Tony Gallardo en 1986 en la isla de Gran Canaria, Islas Canarias, España

El monumento El Atlante, situado a la entrada norte de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, es un símbolo que rememora historias de valles y barrancos inmensos, que desembocan hoy en día en esta figura de mujer de roca que, con sus brazos abiertos, glorifica el Atlántico. El conjunto de la obra escultórica, según las palabras de su autor Tony Gallardo, “crea el clima de recogimiento favorable a la idea del Atlante, cara al océano grandioso, cual invocación metafísica de su poderes”. Así, su creador se inspiró en la dimensión dramática de la fábula sobre la desaparición, entre el magma y el mar, del mítico continente.
Según la leyenda, La Atlántida era una gran isla situada al otro lado del Estrecho de Gibraltar, que un día albergó las llamadas Columnas de Hércules. El gran continente era dominio de Poseidón, el Dios del Mar; y sus habitantes eran llamados atlantes por ser descendientes de Atlas, hijo de un dios y una mujer mortal. La Atlántida, que acogía al pueblo más avanzado del mundo, estaba bendecida por la gracia de los dioses y colmada de riquezas, mientras sus habitantes, hombres de ciencias, de justicia, generosidad y paz, transmitían conocimientos y civilización a los demás pueblos.
No obstante, los tiempos de paz y armonía concluyeron cuando la población de La Atlántida comenzó a degenerar por la avaricia y el vicio. Otros sitúan el comienzo del fin en el descubrimiento por los atlantes de los secretos de los dioses, con los que eran capaces de crear energía cósmica y fuerzas que podían destruir a la humanidad. Por una u otra ofensa, Zeus, rey de los dioses, decidió castigar a La Atlántida, y en una sola noche envió tales erupciones volcánicas y maremotos que consiguió destruir la gran isla. Finalmente, tras la noche del magma, sólo sobrevivieron las cumbres de las altas montañas del continente perdido, reconvertidas en las actuales islas Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde.
El cuento mitológico termina desvelando que los palacios y templos del continente hundido se encuentran en el fondo del océano del que tomó su nombre: el Atlántico. Así, “hoy sus recios palacios los habitan delfines y las algas tapizan el pardo y el vergel…”, y en Gran Canaria su recuerdo pervive en esta mujer de piedra.


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